Una de sus primeras obras conocidas es Monaguillo fumando, que denota ya maestría tanto en el tratamiento de los fondos y corrección en el dibujo como en la utilización de los colores, con una gama cromática contrastada entre el rojo de la sotana y el blanco del roquete. Resuelve la obra con gracia y soltura y predice que estamos ante un gran pintor, cuya carrera será larga y fecunda. Con este trabajo, Ciga participa de una corriente muy generalizada de la pintura hispánica, el monaguillismo.
Desde los primeros momentos de su carrera aborda el género de las naturalezas muertas. Este Bodegón es un buen ejemplo. El fondo oscuro así como la estancia de interior hacen que resalten los brillos metálicos de los jarrones de cobre y la transparencia del cristal. Estos virtuosismos técnicos están muy presentes en este género y se repetirán en todas las etapas. Destacan las flores por su modernidad en la pincelada.
Los primeros retratos al óleo, de tradición posromántica, Ciga adquirió gran maestría. El autor concentra toda su atención en los rasgos físicos y psíquicos del retratado, resaltando, por medio de la luz, rostro y manos. Los fondos son neutros, pero matizados, de colores generalmente oscuros. Como podemos observar en los retratos de los señores Menaya- Erburu, Sarasate, Gayarre, etc.