En la actualidad Sala Cerrada
Combinación de la ruleta.
Es el único desnudo en óleo del pintor, si exceptuamos los dibujos. Aprovechó los aires de libertad de esta etapa parisina, que allá se respiraban. De trazo preciso y vigoroso, la obra muestra un tratamiento perfecto de la anatomía, de carnaciones turgentes blancas y nacaradas, delicado acabado y modelado. Consigue la plasmación perfecta de la piel, a través de la matización de los brillos de su piel, que enfatizan el efecto de transparencia de la misma con pinceladas muy finas o veladuras que dejan traspasar la luz subyacente. Utiliza un sutil juego de luces que remarcan las curvas y contracurvas y acentúan la sensualidad, morbidez y voluptuosidad de la figura. La gama cromática es armoniosa, contrastada por el arabesco que cubre el diván y el cojín, el verde del tapete o el azul intenso de la cortina del fondo; todos estos aspectos dan modernidad a la obra.
DOS OBRAS SINGULARES: SINESTE ZARRAK Y ABRIAT.
En 1918, con motivo del Certamen que conmemoraba el centenario del nacimiento de Navarro Villoslada, Ciga presentó dos obras, Sineste zarrak y Abriat.
SINESTE ZARRAK
El tema tratado era una alegoría sobre el plenilunio donde se narran los orígenes legendarios de los vascones, el cruce de religiones entre la cristiana protagonizada por Amaia, y la primitiva religión de los vascones, defendida por su tía Amagoia. Ésta aparece vestida de blanco a la antigua usanza romana, en la cima del legendario monte de Aitormendi preparada para celebrar el plenilunio como lo hacían los antiguos vascones. Ciga ambienta su obra en un paisaje totalmente irreal, como conviene a una escena alegórica, creando una escenografía misteriosa y esotérica con una gama cromática en tonos azulados, malvas, grises y morados, que contrastan con las manchas naranjas, que representan los fuegos rituales. La pincelada libre y suelta, conforma un conjunto abocetado y muy empastado que le da modernidad a la obra.
ABRIAT
Se estructura a modo de tríptico. En el primer panel, aparecen las figuras de Amagoia y Aitor, patriarca de los vascos y jefe de las siete tribus euskaras. En la parte inferior se describe la escena del Arcángel San Miguel matando al dragón y liberando de las cadenas a Teodosio de Goñi. En el panel central Amaia, ataviada con su túnica blanca, cabalga sobre un caballo desbocado. Teodosio con certera puntería disparó su flecha derribando el caballo, así Amaya será salvada por García Ximenez. La escena está enmarcada en un paisaje imaginario que recuerda en lo estilístico al paisaje de Haes con sus montañas abruptas de tonos grises azulados y malvas. En el tercer panel se retoma el plenilunio de Amagoia con su arpa, tal y como ha quedado descrita en la anterior obra Sineste Zarrak.
Con estas dos obras Ciga recrea plásticamente con gran singularidad y acierto, la nueva mitología creada por Navarro Villoslada, resaltando la pureza del pueblo vascón y su diferencia con los pueblos que le rodean. Se trata de una epopeya, donde se cantan las grandes gestas de este pueblo, todo ello mezclado con las pasiones de los protagonistas donde se entretejen historias a mitad de camino entre lo legendario y lo real.